Historia del Vidrio
El vidrio en la antigüedad
Los
primeros objetos de vidrio que se fabricaron fueron cuentas de collar o
abalorios, pero las vasijas huecas no aparecieron hasta el 1500 a.C. Es probable
que fueran artesanos asiáticos los que establecieron la manufactura del vidrio
en Egipto, de donde proceden las primeras vasijas producidas durante el reinado
de Tutmosis III (1504-1450 a.C.). La fabricación del
vidrio floreció en Egipto y Mesopotamia hasta el 1200
a.C. y posteriormente cesó casi por completo durante varios siglos. Egipto
produjo un vidrio claro, que contenía sílice pura; lo coloreaban de azul y
verde. Además de vasos hacían figurillas, amuletos y cuentas, así como piezas
vítreas para incrustaciones en muebles. En el siglo IX a.C. Siria y Mesopotamia fueron centros productores de vidrio, y la
industria se difundió por toda la región del Mediterráneo. Durante la época
helenística Egipto se convirtió, gracias al vidrio manufacturado en Alejandría,
en el principal proveedor de objetos de vidrio de las cortes reales. Sin
embargo, fue en las costas fenicias donde se desarrolló el importante
descubrimiento del vidrio soplado en el siglo I a.C. Durante la época romana la
manufactura del vidrio se extendió por el Imperio, desde Roma hasta Alemania.
Técnicas en la antigüedad
Antes
del descubrimiento del vidrio soplado se utilizaban diferentes métodos para
moldear y ornamentar los objetos de vidrio coloreado, tanto translúcidos como
opacos. Algunos recipientes eran tallados en bloques macizos de cristal. Otros
se realizaban fundiendo el vidrio con métodos parecidos a los de la cerámica y
la metalurgia, y utilizando moldes para hacer incrustaciones, estatuillas y
vasijas tales como jarras y cuencos. Se elaboraban tiras de vidrio que luego se
fundían juntas en un molde y producían vidrio en listones. Se realizaban
diseños de gran complejidad mediante la técnica del mosaico, en la que se
fundían los elementos en secciones transversales que, una vez fundidos, podían
cortarse en láminas. Las superficies resultantes de esos cortes se fundían
juntas en un molde para producir vasijas o placas. Se hacían vasos con bandas
de oro que presentaban franjas irregulares de vidrios multicolores y con pan de
oro incrustado en una franja translúcida.
La
mayor parte de las piezas anteriores a los romanos se realizaban con la técnica
de moldeado sobre un núcleo, que consistía en fijar a una varilla de metal una
mezcla de arcilla y estiércol con la forma que deseaba darse al interior de la
vasija. Ese núcleo se sumergía en pasta vítrea o se envolvía con hilos de esa
misma pasta, que se recalentaba y pulía sobre una piedra plana para darle
forma. La posibilidad de dirigir el hilo de pasta vítrea en varias direcciones
sobre el núcleo permitía realizar filigranas decorativas con hilos de uno o
varios colores. A continuación se añadían las asas, la base y el cuello, y se
enfriaba la pieza. Por último se retiraba la varilla de metal y se extraía el
material que conformaba el núcleo. Esta técnica se usaba sólo para hacer
vasijas pequeñas, tales como tarros para cosméticos o frascos, como puede
apreciarse en los objetos egipcios típicos de las XVIII y XIX dinastías. Los
objetos realizados a partir del siglo VI a.C. con este método de envolver un
núcleo, tenían formas que se inspiraban en la cerámica griega.
Vidrio romano
El
método del soplado de vidrio, más rápido y más barato, se extendió desde Siria
a Italia y a otras zonas del Imperio romano, reemplazó poco a poco a las
antiguas técnicas y trajo consigo nuevos estilos. Mientras los primeros
procesos de manufactura habían hecho hincapié en el color y el diseño, con la
introducción del soplado fue la fragilidad y transparencia del material lo que
adquirió importancia, y hacia finales del siglo I d.C. el vidrio incoloro
suplantó al vidrio coloreado en la elaboración de los objetos más preciados. La
técnica del soplado hizo posible la producción a gran escala y cambió la
categoría del vidrio convirtiéndolo en un material de uso frecuente, tanto para
cristaleras como para vasos, copas y todo tipo de recipientes.
Es
evidente que la estructura del Imperio fomentó el extraordinario desarrollo de
la industria del vidrio durante este periodo. La mayor parte de las técnicas
decorativas conocidas fueron inventadas por los artesanos romanos. Los objetos
de vidrio soplado se realizaban mediante moldes parciales o totales, que
permitían formas tan novedosas como los frascos con forma de cabezas, que se
producían en grandes cantidades. Una jarra de delicado diseño (siglo I d.C.)
que se encuentra en el Museo del Vidrio de Corning
(Nueva York) es un ejemplo perteneciente a un extraordinario grupo de objetos
de vidrio soplado realizados con molde que llevan el nombre de sus fabricantes.
Hay ejemplos de cristal romano con una elaborada decoración de hilos de vidrio
y tallado. Los temas decorativos, pintados o sobreimpresos con pan de oro entre
dos láminas de cristal blanco, recreaban escenas religiosas o históricas. Los
antiguos artesanos vidrieros adaptaron las técnicas de corte, tallado o grabado
en piedra al vidrio logrando piezas de considerable belleza. La técnica del
cristal de camafeo consiste en unir dos estratos de vidrio de diferente color,
tallando después la capa externa para que queden al descubierto partes de la
capa interior y establecer una decoración en relieve que resalta por el
contraste cromático. El vaso de cristal de camafeo más famoso es el jarrón Portland (siglo I d.C., Museo Británico, Londres), decorado
con las figuras mitológicas de Peleo y Tetis. Delicados efectos se lograron en
los diatreta, copas en las que se han extraído
grandes porciones de la capa externa dejando un entramado decorativo que parece
estar apenas sujeto a la capa interior que conforma el recipiente. La famosa copa
de Licurgo (siglo IV d.C., Museo Británico) constituye uno de los máximos
exponentes de esta técnica.
El
vidrio en Occidente
En
Occidente la fabricación de vidrio para uso doméstico se redujo mucho después
de la caída del Imperio romano.
El vidrio en la edad media
Bajo
la influencia de los francos, los vidrieros del norte de Europa y Gran Bretaña
continuaron produciendo objetos utilitarios, algunos con formas nuevas y
contundentes. La decoración se limitaba a los diseños simples mediante moldes,
filigranas y adornos de gotas de vidrio aplicados a la superficie. Presentaban
en general una coloración verdosa, resultado de la composición del vidrio hecho
con carbonato sódico de plantas marinas traídas del Mediterráneo, como era
costumbre desde la época de los romanos. Sin embargo, a finales de la edad
media ya no se conseguía carbonato sódico, y los vidrieros del norte
recurrieron a la ceniza de la madera de sus propios hornos, que utilizaron como
fundente para obtener un vidrio de contenido potásico-cálcico. Dado que las
industrias del vidrio estaban situadas en zonas de bosque, de donde obtenían el
combustible y la ceniza, a este nuevo tipo de vidrio se le llamó Waldglas (del
alemán, ‘vidrio de bosque’). El vidrio común del tipo Waldglas continuó fabricándose en
Europa hasta la era moderna.
Sin
embargo, el mecenazgo de la Iglesia habría de impulsar la producción más
importante en este material durante la edad media: los mosaicos de vidrio en la
Europa mediterránea y las vidrieras en la zona del norte (véase Mosaico; Vidriera). Los mosaicos se hacían con cubitos de
vidrio, o teselas, incrustados en cemento. Las teselas, que se cortaban de
bloques sólidos de vidrio, podían ser muy elaboradas y presentar incrustaciones
en plomo dorado y plateado. Sobre la producción de mosaicos de vidrio anterior
al siglo XIV apenas existen datos.
Ya
en documentos del siglo VI se hace referencia a la existencia de vidrieras en
las iglesias, aunque los primeros ejemplos conservados datan del siglo XI. Las
más apreciadas son las que se realizaron durante los siglos XIII y XIV,
principalmente en Francia e Inglaterra. Se cree que las industrias del vidrio
de Lorena y Normandía fueron las que produjeron la mayor parte de las vidrieras
de las catedrales medievales. El vidrio se coloreaba o se laminaba con color y
después se cortaba según las formas que requiriera el diseño. Los detalles se
pintaban sobre el cristal con un esmalte pardusco. Las piezas se encajaban en
varillas de plomo y se colocaban en una estructura de hierro. El arte de la
fabricación de vidrieras decayó a finales del renacimiento pero volvió a
recuperarse en el siglo XIX.
Del renacimiento al siglo
XVIII
Aunque
el vidrio ya se fabricaba en Venecia desde el siglo X, el cristal veneciano más
antiguo que conocemos data del siglo XV. Concentrada en la isla de Murano, la industria veneciana dominó el mercado europeo
hasta el año 1700. La contribución más importante de los venecianos fue el
desarrollo de un vidrio sódico duro y refinado de gran ductilidad. Incoloro y
de gran transparencia, el vidrio veneciano era semejante al cristal de roca y
era conocido como cristallo.
Las
primeras piezas de cristallo
tenían formas sencillas y estaban decoradas con diseños esmaltados semejantes a
joyas. También se hacían en cristal coloreado y opaco. Hacia finales del siglo
XVI las formas se hicieron más ligeras y delicadas. Los sopladores de vidrio
explotaron la ductilidad del material para producir auténticas maravillas.
Desarrollaron un tipo de filigrana de vidrio que sería muy imitada y que
consistía en incorporar hebras de vidrio blanco opaco dentro de un cristal
transparente, trabajándolas con un complicado diseño que producía el efecto de
un encaje. Algunas vasijas estaban realizadas por completo en vidrio blanco
opaco soplado que más tarde se pintaba con esmalte a la manera de la porcelana
china. También en Murano fue donde surgieron muchos
estilos diferentes para lámparas de cristal, aunque fue la factoría de Nevers, en Francia, la que adquirió mayor fama en la
fabricación de estas piezas durante el siglo XVII. Particularmente adecuada
para el vidrio sódico fue la práctica del grabado al diamante, técnica
predilecta de los artesanos holandeses durante el siglo XVII, que, martilleando
la punta de diamante, lograban elaborados diseños de efecto punteado.
Todos
los fabricantes de vidrio de Europa intentaron copiar las técnicas, materiales
y decoraciones de los venecianos. La información se difundió a través de las
propias piezas, del libro El arte del
vidrio (1612) de Antonio Neri y de los sopladores
de vidrio venecianos. Aunque existía una ley que
prohibía a los artesanos vidrieros abandonar Venecia y divulgar los secretos de
su arte, muchos emigraron de Murano, abandonaron
Italia y abrieron talleres en otros países europeos. Cada país desarrolló su
propia façon de Venise
adaptando el modelo veneciano a las formas y decoraciones de preferencia
propia. La influencia italiana acabó desapareciendo en el siglo XVII al surgir
nuevos métodos para la fabricación de vidrio en Alemania e Inglaterra.
El
vidrio potásico que se fabricaba en Alemania, más grueso y más duro que el cristallo, era muy apropiado para la decoración
grabada con rueda giratoria. Caspar Lehmann fue uno de los responsables del gran desarrollo del
grabado a principios de la década de 1600 en la corte del emperador del Sacro
Imperio Romano Germánico, Rodolfo II en Praga. Los talladores y grabadores de
vidrio de Nuremberg y Potsdam se hicieron famosos por
sus hábiles diseños de estilo barroco, mientras que las fábricas alemanas
continuaron produciendo el tradicional vidrio esmaltado y pintado en frío.
Otro
descubrimiento que sirvió para disminuir la influencia veneciana en Europa fue
el del vidrio de protóxido de plomo, cuya fórmula inventó George
Ravenscroft en Inglaterra. Más suave, brillante y
duradero que el frágil cristallo, el cristal de plomo inglés fue
considerado el de mayor calidad en el siglo XVIII. La cristalería inglesa de
mesa dominó los mercados europeos y coloniales y se convirtió en el modelo para
los productores europeos. Entre las innovaciones introducidas por los ingleses
a mediados del siglo XVIII están las copas con pies decorados con burbujas de
aire o espirales de esmalte opaco y los prestigiosos candelabros de vidrio
tallado. El cristal de plomo, el vidrio que mejor se adaptaba al tallado,
alcanzó su apogeo con las piezas neoclásicas del periodo angloirlandés
(1780-1830).
Cristal español
La
industria del vidrio tuvo en Cataluña su máximo esplendor en el siglo XVI,
cuando se produjeron piezas comparables a los mejores modelos venecianos.
Además de los objetos utilitarios, los vidrieros catalanes hacían infinidad de
pequeños objetos decorativos que vendían el primero de enero de cada año en la
feria del vidrio que se celebraba en el paseo del Borne. La manufactura catalana
más importante fue la de Mataró, y las formas más
típicas de vidrios eran el florero de cuerpo oval con dos pequeñas asas, el
confitero con forma de gran copa, los fruteros de pie y la botella. La
decadencia de la industria vítrea catalana y la pérdida de su alta calidad se
iniciaron a mediados del siglo XVII. En Andalucía fue notable la producción, en
la misma época, de la manufactura de Castril de la
Peña. En Castilla fueron centros importantes, con abundantes ejemplos de tipo
intermedio entre los catalanes y andaluces, Recuenco,
en la provincia de Cuenca, y en la de Toledo, San Martín de Valdeiglesias
y, sobre todo, Cadalso de los Vidrios, que en 1645 contaba con tres hornos que
producían gran diversidad de objetos finísimos, de bellos colores y de forma
muy graciosa.
Hacia
1750, algunos decoradores holandeses se establecieron en el Levante español e
iniciaron la producción de vidrio. De producción por entero valenciana son
algunas composiciones escultóricas en pasta de vidrio de tema religioso como Santa Eulalia y un ángel y La degollación de un santo que se
conservan en el Museo de Barcelona.
Siglos XIX y XX
El
desarrollo del vidrio durante el siglo XIX se caracteriza por los rápidos
avances tecnológicos de esta industria y por el redescubrimiento y adaptación
de métodos antiguos.
Hasta
1850 las piezas se moldeaban y decoraban por prensado con esquemas de
complicados encajes que enturbiaban el cristal en el momento en que éste
entraba en contacto con el molde frío. A partir de la década de 1840 se
popularizaron en todo tipo de piezas los diseños más sencillos, conocidos por
vidrio prensado decorado. Al ser más cara la producción de vidrio tallado que
la del vidrio prensado, aquélla decayó, pero hacia 1880 recobró parte de su
antigua popularidad con la aparición de un elaborado tallado ‘brillante’,
resultado de un gran virtuosismo técnico que explotaba las propiedades
refractarias del vidrio de calidad.
A
finales del siglo XVIII se volvieron a utilizar algunas técnicas romanas
adaptadas al gusto neoclásico. En Europa se fabricó un tipo de vidrio laminado
con panes de oro que se llamó Zwischengoldglas.
También se intentó conseguir el efecto de camafeo con sulfuros incrustados, y
los artesanos vidrieros lograron recuperar la auténtica técnica de tallado y
grabado de cristal de camafeo, que alcanzó su apogeo en las piezas de Thomas Webb & Sons (fundada en
1837), elaboradas en Stourbridge, Inglaterra.
A
partir de 1845 lograron gran popularidad los pisapapeles con decoración millefiori (mil
flores) semejante al vidrio de mosaico antiguo, y a finales del siglo XIX el
cristal de roca del renacimiento sirvió de inspiración para una técnica de
grabado y pulido.
Bohemia
mantuvo la primacía en la decoración tallada a la rueda gracias a artesanos
como Dominik Biemann, y
también practicó otras técnicas, como la del cristal encajado, que copiaron las
fábricas europeas y estadounidenses. Los avances químicos facilitaron el
desarrollo de nuevos vidrios coloreados opacos semejantes a piedras
semipreciosas. Se decoraron piezas con aplicaciones de pintura y esmaltes
transparentes como analogía al renacimiento de las vidrieras góticas.
Inspirados
por el resurgimiento de los métodos antiguos de trabajo del vidrio y
estimulados por los logros de la nueva tecnología química, los artesanos
vidrieros comenzaron a crear hacia 1880 nuevos estilos artesanales que se
denominaron vidrio artístico. Solían ser piezas nuevas con fines decorativos,
producto de la reacción contra los objetos producidos en serie. Los estilos de
moda entre 1890 y 1910 reflejaban la influencia del movimiento Art Nouveau a nivel
internacional, y sus principales exponentes fueron Louis Comfort
Tiffany en los Estados Unidos y Émile
Gallé y la empresa Daum Frères
(fundada en 1889) en Francia. Todos ellos producían cristales con formas
naturalistas, líneas sinuosas, colores exóticos y superficies de inusitados
efectos, como el cristal iridiscente favrile inventado por Tiffany.
Después
de la I Guerra Mundial surgieron nuevos intereses en las texturas y formas
decorativas, como queda reflejado en los diseños de René Lalique
y Maurice Marinot. En la
década de 1930 comenzaron a adquirir prestigio los cristales de plomo incoloros
y de exquisita transparencia, por lo general con dibujos grabados, producidos
por fábricas escandinavas y estadounidenses.
Con
la década de 1960 se inició una nueva época en la elaboración del vidrio
liderada por los estadounidenses Harvey Littleton y Dominick Labino. Los artesanos empezaron a experimentar con el
vidrio como medio artístico en pequeños hornos instalados en sus estudios, y en
la actualidad se desarrollan técnicas decorativas y formas de escultura
innovadoras en talleres de artistas de todo el mundo.
El
vidrio en los países no occidentales
El
vidrio no ha tenido una tradición tan fuerte en los países islámicos y del
Lejano Oriente como en Occidente. Las formas y técnicas desarrolladas por estos
países reflejaban sus propias culturas y, a su vez, influyeron en las formas
occidentales.
El vidrio en los países
islámicos
La
historia del vidrio en los países islámicos entre los siglos VIII y XIV se
centra en el Oriente Próximo. La antigua tradición Sasánida de tallado del
vidrio fue continuada por los artesanos musulmanes que realizaron vasijas en
altorrelieve, muchas de ellas con motivos animales. También fabricaron vidrio
incoloro de gran calidad con diseños tallados a la rueda. Las posibilidades
decorativas se incrementaron con la introducción de la técnica de esmaltado al
fuego y con la del dorado, en las que destacaron los artesanos vidrieros de Alepo y Damasco. De Egipto proviene el descubrimiento de
coloraciones vidriadas que creaban brillantes efectos metálicos en castaño,
amarillo y rojo tanto en cerámica como en vidrio. Las lámparas de las
mezquitas, los cuencos, tazas y botellas se pintaban con motivos de ritmo
geométrico propios del islam. Sus formas y
decoraciones influyeron en la producción occidental posterior, sobre todo en
las de Venecia y España.
El vidrio en la India
Aunque
en la India ya se fabricaba vidrio en el siglo V a.C., no se hizo de manera
industrial hasta el periodo mogol y de forma muy especial en el siglo XVII. Se
fabricaron soportes de narguiles (pipas para fumar), aspersores y fuentes,
normalmente dorados o esmaltados con motivos florales. En el siglo XVIII la
Compañía de las Indias Orientales vendió grandes cantidades de vidrio inglés en
el mercado indio que más tarde fue grabado a la rueda por artesanos locales.
El vidrio en el Lejano
Oriente
Entre
los objetos procedentes de las excavaciones arqueológicas de la dinastía Zhou (1122 a.C.-221 a.C) se han
encontrado piezas de vidrio con la forma característica de globo ocular o
incrustaciones de cuentas de cristal con forma de ojo. Los primeros objetos de
vidrio, fundidos a menudo a partir de panes de vidrio importados, eran pequeños
y estaban tallados del mismo modo que las gemas. La utilización del cristal
para simular piedras semipreciosas para su uso en joyería y más tarde para
frascos de opio, es una práctica recurrente en el vidrio chino. Se conocen
pocas vasijas de cristal anteriores a la construcción del palacio imperial de
Pekín en 1680. Con la influencia de los jesuitas en la corte pequinesa se
fabricaron vasijas de vidrio soplado al estilo occidental europeo. Sin embargo,
el cristal trabajado al modo chino dominó la producción de los siglos XVIII y
XIX con objetos de rico colorido con decoración tallada y esmaltada. Los chinos
dominaron el arte del cristal de camafeo. Las vasijas chinas de vidrio se
caracterizan por tener formas simples inspiradas en la porcelana y por ser
gruesas, multilaminadas y con superficie con brillo
de cera.
No
existe ninguna evidencia de que en Japón se fabricara vidrio antes del año 200
a.C. Se supone que algunas vasijas con forma de relicarios budistas y algunas
urnas cinerarias datan de los periodos Asuka y Nara (552-784 d.C.), pero parece que la fabricación de
vidrio se interrumpió en el siglo XIII y hasta alrededor de 1750 no se volvió a
emprender.
El
amplio abanico de aplicaciones de este material ha hecho que se desarrollara un
gran número de tipos diferentes de vidrio.
Vidrio de ventanas
El
vidrio para las ventanas se utiliza desde el siglo I d.C. y al principio se
hacía por colado o soplado de cilindros huecos que luego se cortaban y
apisonaban formando una lámina. El proceso del vidrio de corona es posterior y
consistía en el soplado y moldeado de la masa vítrea para convertirla en un
globo aplastado o corona. Después se apoyaba la parte plana sobre una base y se
retiraba la caña de soplar. El agujero que dejaba la caña se agrandaba al
centrifugar la corona recalentada sobre la base y se iba ampliando por la
fuerza centrífuga hasta acabar aplastándose y dando paso a una gran lámina
circular. Luego se retiraba la base, que dejaba una marca o diana. Hoy casi
todos los vidrios de ventana se hacen a máquina mediante el procedimiento de
estirado vertical de la masa vítrea procedente de un horno de fusión. En el
procedimiento Foucault la lámina de vidrio se estira
a través de un cilindro refractario encajado por debajo de la superficie de la
cuba de vidrio y después se pasa a una cámara de recocido vertical, para
finalmente emerger en un piso superior donde se corta en hojas.
Vidrio de luna
El
vidrio común de ventana no posee un grosor uniforme debido a su proceso de
fabricación y esas variaciones de grosor distorsionan la visión de los objetos
a través de las hojas de vidrio.
El
método tradicional para solucionar tales defectos ha sido utilizar vidrio de
luna esmerilado y pulido. El vidrio de luna se produjo por primera vez en San Gobain, Francia, en 1668, vertiendo vidrio fundido sobre
una mesa de hierro y alisándolo luego con un rodillo. Después de una recocción
se le daba el acabado final puliendo ambas caras. Hoy se fabrican mediante un
alisado continuo con un doble rodillo laminador situado al final de un horno de
cuba. Al salir de la galería de recocido ambas caras se someten a un acabado
continuo y simultáneo.
En
la actualidad, el esmerilado y pulido han sido sustituidos por el proceso de
vidrio flotante, que es más económico. Mediante este proceso se forman
superficies planas en ambas caras haciendo flotar una lámina continua de vidrio
sobre una cuba con estaño fundido. La temperatura es lo bastante alta como para
eliminar las imperfecciones gracias al continuo fluir del vidrio; y
descendiendo gradualmente a medida que el vidrio atraviesa la cuba de estaño,
al final la lámina vítrea entra en una larga galería de recocido.
Los
vidrios laminados sin pulir, que suelen presentar superficies con dibujos
realizados por diseños grabados en los rodillos, se usan en la construcción
arquitectónica. En los vidrios de malla metálica se introduce la malla en el
vidrio fundido antes de que éste pase entre los rodillos laminadores. Se usan
para evitar que el vidrio se haga añicos al romperse. El vidrio inastillable o
de seguridad, que se utiliza en los parabrisas de los coches, está compuesto de
dos placas de vidrio adheridas de forma hermética a un plástico intercalado
entre ambas que sirve para retener los fragmentos incluso en caso de rotura.
Historia de los espejos
En
épocas remotas, los espejos eran chapas convexas de plata o de cobre fundido
con estaño. Pero muy pronto estos espejos de metal se volvían oscuros y opacos
por la acción del aire. Los primeros espejos de vidrio fueron inventados en Murano (Italia)por dos artesanos
conocidos con los nombres de Dominico y Andrea. El invento se habría producido
hacia el año 1507. Fue tal el interés que despertaron los espejos, pese a su
precio elevado que, 57 años después, los fabricantes se constituyeron en
gremio. Durante muchos años los venecianos guardaron muy celosamente el secreto
de su fabricación : de acuerdo con la leyes vigentes
de la ciudad de las lagunas, que entonces era una república, se amenazaba y
castigaba con pena de muerte a todo ciudadano que revelara a un extranjero el
sistema de fabricación de los espejos.
En
la actualidad, los espejos tienen aplicaciones que superan ampliamente el marco
estético. Ciencias como la astronomía no hubiesen podido desarrollarse sin la
utilización de los espejos, base estructural de la mayoría de los telescopios.
Estas y otras menos importantes aplicaciones hacen del espejo un elemento
imprescindible, sin el cual el mundo de fin de siglo presentaría un aspecto
verdaderamente diferente del que hoy vemos.
Investigación y elaboración a cargo de Martín A. Cagliani, estudiante de Antropología Arqueológica e Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Victoria, Buenos Aires, Argentina.
Vitrales
Los vitrales emplomados, un arte
que se remonta a la Edad Media , resurge con nuevos
bríos para ocupar un destacado lugar en la arquitectura y la decoración
contemporáneas.
Todos hemos disfrutado alguna vez de la fiesta de luz de
un vitral artístico: la mayoría de ellos están instalados en templos y antiguos
edificios religiosos, pero muchos otros adornan construcciones públicas,
hoteles, museos, restaurantes y residencias particulares.
Las primeras vidrieras coloreadas fueron hechas en Europa en el siglo XI, para
la catedral de Augsburgo, pero las más célebres,
inigualadas todavía a pesar de los años transcurridos, datan de los siglos XII
y XIII: son las que iluminan las catedrales francesas de Chartres
y Saint Denis, y la Sainte Chapelle
de París. Se trata de vitrales de una belleza sin par, construidos con decenas
de miles de pequeños fragmentos de vidrios de colores, en los que se
representan escenas bíblicas y pasajes de la vida de Cristo o los Santos de la
Iglesia.
En aquellos tiempos, cuando la lectura era privilegio de los nobles y los
libros verdaderas rarezas, estos vitrales tenían no sólo un fin decorativo sino
también educativo: era la forma en que los fieles podían rememorar, una y otra
vez, los momentos culminantes de la historia cristiana.
Antes y ahora, los vitrales se construyen con piezas de vidrio pintado o
coloreado, a veces de formas regulares, otras asimétricas, unidas entre sí por
una cañuela de plomo en forma de "H",, que sujeta los vidrios por
ambos lados. De ahí el origen del término "emplomado".
En tiempos pasados, los trozos de vidrio eran pequeños y la gama de colores
limitada, debido a los escasos conocimientos técnicos.
Muchas veces, para superar estas restricciones, los vitralistas
completaban las imágenes pintando con óleo sobre el vidrio, con lo que podían
detallar los rostros, los ropajes y otros rasgos de los personajes o paisajes
representados.
Aunque la mayoría de los vitrales de antaño se colocaron en las iglesias, otros
adornaron edificios públicos y casas palaciegas, y en estos casos los motivos
eran civiles: dibujos heráldicos, escenas de leyendas, pinturas bucólicas,
motivos guerreros o temas de caballería.
Con el andar del tiempo y los progresos técnicos, los vitrales europeos, y
también los que luego se instalaron en América, se pudieron hacer con planos de
vidrio más grandes, gruesos y traslúcidos, y en una mayor variedad de colores,
que incluía los muy buscados tonos rojo rubí y amarillo de plata.
Así, el vitralismo ganó en
brillo y variedad, lo que se puede observar, por ejemplo, en la catedral de
Milán, que data del siglo XV, donde aparecen todavía enriquecidos por los
pinceles de talentosos pintores renacentistas.
Una vez que las grandes catedrales góticas estuvieron terminadas, tanto la
arquitectura civil como la religiosa buscaron otros caminos y los vitrales
fueron relegados a un segundo plano. Así, los vitralistas
perdieron terreno ante los pintores y los grandes ventanales de iglesias y palacios
se cubrieron ya no con emplomados artísticos sino con sencillas cristalerías
planas, cuando mucho adornadas con alguna guarda o dibujo geométrico.
La historia sagrada, por su parte, pasó a representarse sobre los muros, en las
bóvedas, y sobre telas o tablas que luego se colgaban en los altares y
retablos.
Los años del esplendor de los vitrales nunca regresaron, pese a que hubo varias
iniciativas interesantes.
En el siglo pasado, la fábrica de porcelanas de Sévres abrió un taller de vitrales y contrató a pintores de
la talla de Ingres y Dellacroix
para que diseñaran los cartones. En Inglaterra, un poco más tarde, William Morris realizó vitrales para uso eclesiástico y doméstico
con dibujos de los pintores Rossetti y Burne Jones, pero estos intentos
no pasaron de ser flamazos aislados que no hicieron
escuela.
Quizá el resurgimiento más notable del vitralismo
tuvo lugar a fines del siglo XIX y plrincipios del
XX, cuando el movimiento artístico denominado "art
nouveau" encontró en los vitrales un medio que
se prestaba estupendamente para sus estilizadas representaciones de figuras
femeninas, flores y motivos de ramas y hojas envolventes.
Louis Comfort Tiffany, un diseñador y decorador norteamericano, hizo
probablemente el mayor aporte, al introducir un nuevo tipo de vidrio
iridiscente, de bellos colores y acabado satinado. Diseñó y produjo muchas
lámparas de mesa, famosas por sus motivos de nenúfares y magnolias, donde el
vidrio empleado cobra aún más vida gracias a la luz eléctrica. También creó obras,
que incluye tanto objetos de uso cotidiano como piezas de gran tamaño.
Una magnífica prueba de estas últimas es el maravilloso
telón de vidrio que todavía decora y cubre la boca del escenario del teatro del
Palacio de Bellas Artes, en la ciudad de México, que es uno de los más grandes
del mundo y fue regalado a ese país. El diseño del telón, que reproduce el
valle de México con los volcanes al fondo, se debe al talento del pintor
mexicano Gerardo Murillo, el Dr. Atl.
La técnica del vidrio llegó a estas tierras americanas
mucho antes, tal como lo demuestran los documentos coloniales: en 1542, un
español llamado Rodrigo Espinosa instaló en Puebla el primer taller para
fabricar vidrio soplado. Después siguieron otras fábricas, principalmente las
que los artesanos europeos abrieron en Texcoco y
Guadalajara, Mexico, varias de las cuales todavía subsisten.